por Cecilio Lun Ago 10, 2009 4:57 am
Hoy he borrado de mi teléfono el número de Khaddoujita. Ya no lo necesito. Cuando hablo con ella no me hace falta ningún artilugio, hablo con ella igual que hablo con Dios o con mis padres, con el alma, con el espíritu, con el pensamiento, dormido o despierto, alegre o triste, trabajando o descansando.
Ella siempre está ahí, presente en mi vida, formando parte de ella…mas cerca que nunca…sin tiempo, sin distancia…
Si quiero, oigo su voz, si lo deseo, veo su imagen, pero eso son recuerdos… y los recuerdos son pasado, y al rememorarlos todavía nos traen sufrimiento, porque sentimos su ausencia física, y sufrimos nosotros, que no ella, porque imaginamos cómo será la vida sin ella, y eso nos causa dolor…
Sólo a través de la paz del espíritu podemos comunicarnos con ella, no a través de los sentidos, ni siquiera a través del recuerdo.
Pensad que ya está allí, en el paraíso, ya ha llegado, nosotros todavía estamos aquí ¿y quién sabe lo que nos deparará el futuro? Ojalá no nos golpee mucho más la vida.
No se sufre por ella, ella ya se ha ido. Se sufre por nosotros que nos quedamos, que la recordamos, que la imaginamos, que pensamos erróneamente por ella…somos nosotros los que hemos perdido, ella ya está con Dios, no necesita nada, ya ha llegado…somos nosotros los que la necesitamos a ella para seguir igual en nuestras vidas…para no sufrir, por eso tenemos que aprender a sentirla de otra manera, a sintonizar nuestros sentidos de otro modo, más allá de lo que vemos, y de lo que recordamos…sé que no es fácil, pero se llega a aprender, ella ayudará, ya lo veréis…
Y para los que no creen en estas palabras, para los que piensan que Khaddoujita ha muerto en lo terrenal y ahí se acaba todo, para los que no tienen fe, para los que creen que no volverán a verla nunca, sólo puedo decirles que lo siento mucho, porque supongo que su desconsuelo sí que será infinito.
Para nosotros, para mí, Khaddoujita nos acompañará siempre en este viaje terrenal, que es la vida que conocemos, para que como ella, cuando lleguemos al final de nuestros días, nos tienda su mano, para mostrarnos el camino que ella ya ha emprendido.